lunes, 10 de diciembre de 2018

Poesías sobre el abismo IX - Miedo

(Escrito en algún momento del año 2016)

No encuentro mi voz cuando abro la boca y pretendo contarte que tengo miedo y más miedo a que te vayas. Miedo y más miedo y una duda y un millón de lágrimas de pena en el congelador. Yo también vivo triste y trato de agarrarme a la estela de un cometa que me lleve hacia un planeta donde todo sea más fácil. Comer y cantar. Un millón de personas sonriendo al calor de una buena idea. Besarte como carrera y tesis doctoral y luego un trabajo en tu sueño, cuidando que no aparezca la pesadilla. Tocando trompetas y sexos y hablando de conchas de mar. Bebiendo colacao caliente si hace frío. Te abrazo fuerte, muy fuerte. Duermo contigo como si fueras a evaporarte.

Creo que a veces quiero hacer de mí un boceto que no tenga este deseo infinito de apagarse. Me rechazo, soy consciente, cada vez que digo no cuando es un sí, joder. Si miro muy al fondo estoy hecha una mierda. Y escribo. Y suena como una canción de aquellas tristes que te hacen llorar de alegría. Love will tear us appart. Again. Me invento un cuento y lo disfruto. No hay nada mejor que la poesía y las papas fritas con huevo para limpiar mi alma de aceite usado y paranoia.

martes, 13 de noviembre de 2018

Poesías sobre el camino I - Magia

Encontré personas mágicas de ojos grandes que habitaban los bosques con sus camiones-casa. Llevaban libretas donde apuntaban poemas de libertad, recetas de sueños, canciones de amor. Vivían felices y errantes y se juntaban siempre a tocar y compartir. Hablaban del mundo y la vida y sus viajes. Todas estaban un poco tristes, por eso siempre había una hoguera. Olian a humo y a soledad. A cal y arena. No les faltaba una sonrisa.

La sensibilidad nos hace grandes. Nos hace animal. Encontré personas mágicas y sensibles que no querían crecer. Que no querían correr si no era para jugar. Personas a todo color. Explosivas y dispuestas a saltar la valla. Me encontré siendo con ellas. Estábamos perdidas. Buscando. Algunas evitando. Había mucha droga. Queríamos cambiar el mundo y a veces lo confundíamos con escapar.

Había necesidad de escapar. De ocultarse, esconderse, camuflarse. Había hombres grises que nos buscaban. Querían convertirnos en piezas para después despiezarnos. Borrarnos. Bajarnos al suelo. Sacarnos del sueño. Quitarnos la luz. Querían romper los camiones y los malabares. Querían apagar las hogueras y que la tristeza ocupara todo. Querían el mundo-esquema, sin magia ni cuentos ni perros ni flautas. El mundo sin calles ni arte ni alma. El mundo-dinero que solo puede quien tiene. El mundo-escaparate. Disparate. Dis.pararte. Y chau.

sábado, 20 de octubre de 2018

Poesías sobre el abismo VIII - Calma

Puedo pasar el duelo
en un día.
Andar por las cinco estaciones,
negar y luego atacar,
después negociar
con mi propia
tristeza
y al final
aceptar
el cambio.

Si lo miras de cerca
con ojos de lejos
solo es un cambio

Un vaivén inevitable.

La única verdad que creo
que puedo tener
además de que
todo esto
es culpa
mía.

Por eso lo puedo cambiar.

Quizá no el "qué"
pero si el
"cómo".

Quiero crecer con todo.

Quiero dejar
de darle golpes
a la pared;

De hacer
que todos
lloren
conmigo.

Quiero sanar y construir
lo que hay dentro
en suelo pobre
y dar cobijo
a los jardines que quieren
poblarme y llenarme la boca
de besos y ganas de dar.

Quiero mi templo en silencio.
Quiero mi casa en el templo.

Quiero
mi alma
en amor

Mi cuerpo en
c a l m a

jueves, 20 de septiembre de 2018

Error 404

Llevo mucho sin escribir. No me apetecía. Me bañaba en ríos y escuchaba el bosque. Recogí uvas y flores; manzanas y albaricoques. Conocí niños mágicos. Mujeres de hojas verdes que a veces prendían y luego volvían a nacer. Visité aquello que llaman "países". Conocí fronteras en las que no me pedían pasaporte por ser blanca. Aprendí lenguajes y adopté formas. Me adapté al entorno. Viví aventuras en la furgo casa a la que llamamos Lepri. La quería como quiero a un ser. Cantaba y reía y follaba y bebía y era f e l i z. Luego fui lo otro. Okupé chalets donde la expropiación acabó por ser un todoestoparami. Viví agresiones, casi rompo alguna crisma. Fui violencia y tuve miedo. Comí Diazepan. Viví en un conflicto constante. Conocí. Sobre todo, conocí.

Mi madre me llamó. Mi abuela estaba en coma y yo estaba dormida y no supe hacer más que colgar. Cuando desperté mi abuela se había muerto. Así. De un momento a otro. No había vuelto a casa desde hacía año y medio y volví para un funeral. El efecto fue un manicomio. Día y medio de subidas por ver a mis amigos después de tanto y bajadas hacia el subsuelo como un ataúd. No entendí. Todo aquello era irreal. Volví al chalet okupado por pseudoburgueses a los que de alguna manera odiaba y al día siguiente fui a trabajar. Fue hace dos años y creo que no lloré de verdad hasta hace dos meses. Cuando volví a la playa donde crecí con ella. Con mi abuela con la que tanto peleé y a la que tan poco entendí. Con alguien a quien no cuidé cuando me necesitó. No me valió sentirme culpable y tampoco me vale una excusa. Lloré y sigo llorando cuando estoy ahí. Espero que desde algún sitio me esté consolando.

Luché contra el desamor, contra el desamparo. Contra mi misma y mi falta de autoestima. Contra hordas de mierda. También viví a gente maravillosa y amé hasta ensanchar el alma. Aprendí a romper cadenas y candados. Aprendí de nuevo a confiar. Evolucioné. Senti otro barrio como mi barrio. A otra gente como mi gente. Todo es lo mismo en esencia. Viví el mejor verano de mi vida en Portugal. Fui lo más libre que pude ser.

Eché raíces en costa y montaña, me drogué hasta vivir, bailé, rompí el asfalto, viajé a California y me acosté sobre árboles de marihuana, fui a México y conocí el dolor de un pueblo asesinado y también su infinita belleza. Fui descalza durante dias por una playa perdida donde mi mayor búsqueda era encontrar la mejor hamaca donde tumbarme a leer. La gente aplaudía en la puesta de sol. Allí estaba fuera del mundo.

Volví a casa. A lo que dentro de mi, es mi mejor casa. Mi tierra, mi mar, mi acento. Y aquí estoy vomitando tres años de vuelo. De duelo. De suelo. Desamores y desamparos viejos y nuevos. Amores también. Amor hay siempre.

Sigo siendo una persona en construcción, como todas. Sigo comiendo mierdas que yo misma sirvo en el plato. Sigo siendo malo y bueno pero trato de aprender a ser mejor.

Sobre todo, trato de aprender.

Es el único sentido que tiene un error.