Busco el principio. Mochi, que es
mi gata sin ser mía, bebe y come y está completa. Busca mi mano que la acaricia
y un lugar suave y confortable donde dormir. No quiere más. Si acaso alguna luz
que vaya y venga y la entretenga en el espacio tiempo. Mi gata no se pregunta por
qué. Yo sí. Y ahí está el puto quid de la cuestión. Quiénes somos. De dónde venimos.
A dónde vamos. Dicen que llevamos dosmilquinientosmillones de años aquí y aun
no entendemos una mierda del porqué. Desde luego tenemos nuestras teorías. Por
qué coño pensamos. Por qué andamos continuamente descifrando el ayer y esperando
el mañana. Viviendo en todas partes menos aquí. Dónde podemos hallar sentido. Yo intento que sea el amor lo que me mueve y sin querer rechazo la emoción
que me hace romper el paradigma dominante. Vivo en una mente-cuerpo que se
autocensura. Lucho contra el espejo porque miente pero a ratos no puedo evitar
sentir que dice la verdad. Vengo del origen del universo y creo tener
un momento de lucidez. Todo es mentira y verdad. Quién coño pone la
línea donde comienza la zona gris. Todo es vivir o morir. No podemos entender
el infinito. Yo soy poeta y no estudiante de ciencias y solo entiendo que vivimos dentro de una pelota que flota. En un universo eterno. En un vaivén inmortal que se repite incansable. Si Dios existe, ¿quién lo creó?, y
así sucesivamente. No me interesa saber quién gana si hablamos del huevo y la
gallina. No creo que pueda encontrar respuesta si me pregunto el para qué. No existe
finalidad. Tampoco existe principio. Y aun así busco una y otro mientras mi
gata se maravilla con mi caricia en su frente. Quiero aprender a ser así. Quiero
aprender a estar aquí sin preocuparme de porqué. Quiero volver a ser humana en
sintonía con lo que sea que tenga que nacer, crecer, reproducirse y morir. No es
solo cuestión de meditar o de estudiar el átomo y su vibración. Apagar cada sentido es apagar también lo que me hace
reconocer y reaccionar. No se puede diseccionar una sensación. Se que vivo en el deseo y que me
pierdo en laberintos que mi ego inventa para después sentirse bien de haberlos
superado. Tengo el estómago latiendo en cada cuerda vocal. Espero de verdad que
la muerte sea la nada y el todo porque si tuviera que definir la vida en una palabra
simple diría que es una fokin paranoia. Un espejismo de hormigón. Algo tan
raro como las pipas del girasol o el movimiento de las mareas. Algo tan grande como la
dimensión de la ternura en la nariz de un bebé humano o animal que duerma en mi pecho y respire mi calor. Algo tan bello como la empatía luchando contra el sadismo. Algo que hay que amar y proteger para
dejar de cometer el mismo error de hacernos daño una y otra vez hasta partirnos
el corazón en cachos tan pequeñitos que ya no se puedan juntar. Te juro que más
allá de preguntarme porqué estamos aquí me pregunto porqué somos así. Por qué toda
esta pena y este competir. Por qué usar la consciencia para dormir. Por qué la avaricia.
La conquista. La diferencia. Por qué se disfruta la violencia y la opresión.
Busco el principio para empezar
de cero. Mochi, que es mi gata sin ser mía, bebe y come y no necesita odiar.
¿Por qué tanta gente sí?