jueves, 20 de septiembre de 2018

Error 404

Llevo mucho sin escribir. No me apetecía. Me bañaba en ríos y escuchaba el bosque. Recogí uvas y flores; manzanas y albaricoques. Conocí niños mágicos. Mujeres de hojas verdes que a veces prendían y luego volvían a nacer. Visité aquello que llaman "países". Conocí fronteras en las que no me pedían pasaporte por ser blanca. Aprendí lenguajes y adopté formas. Me adapté al entorno. Viví aventuras en la furgo casa a la que llamamos Lepri. La quería como quiero a un ser. Cantaba y reía y follaba y bebía y era f e l i z. Luego fui lo otro. Okupé chalets donde la expropiación acabó por ser un todoestoparami. Viví agresiones, casi rompo alguna crisma. Fui violencia y tuve miedo. Comí Diazepan. Viví en un conflicto constante. Conocí. Sobre todo, conocí.

Mi madre me llamó. Mi abuela estaba en coma y yo estaba dormida y no supe hacer más que colgar. Cuando desperté mi abuela se había muerto. Así. De un momento a otro. No había vuelto a casa desde hacía año y medio y volví para un funeral. El efecto fue un manicomio. Día y medio de subidas por ver a mis amigos después de tanto y bajadas hacia el subsuelo como un ataúd. No entendí. Todo aquello era irreal. Volví al chalet okupado por pseudoburgueses a los que de alguna manera odiaba y al día siguiente fui a trabajar. Fue hace dos años y creo que no lloré de verdad hasta hace dos meses. Cuando volví a la playa donde crecí con ella. Con mi abuela con la que tanto peleé y a la que tan poco entendí. Con alguien a quien no cuidé cuando me necesitó. No me valió sentirme culpable y tampoco me vale una excusa. Lloré y sigo llorando cuando estoy ahí. Espero que desde algún sitio me esté consolando.

Luché contra el desamor, contra el desamparo. Contra mi misma y mi falta de autoestima. Contra hordas de mierda. También viví a gente maravillosa y amé hasta ensanchar el alma. Aprendí a romper cadenas y candados. Aprendí de nuevo a confiar. Evolucioné. Senti otro barrio como mi barrio. A otra gente como mi gente. Todo es lo mismo en esencia. Viví el mejor verano de mi vida en Portugal. Fui lo más libre que pude ser.

Eché raíces en costa y montaña, me drogué hasta vivir, bailé, rompí el asfalto, viajé a California y me acosté sobre árboles de marihuana, fui a México y conocí el dolor de un pueblo asesinado y también su infinita belleza. Fui descalza durante dias por una playa perdida donde mi mayor búsqueda era encontrar la mejor hamaca donde tumbarme a leer. La gente aplaudía en la puesta de sol. Allí estaba fuera del mundo.

Volví a casa. A lo que dentro de mi, es mi mejor casa. Mi tierra, mi mar, mi acento. Y aquí estoy vomitando tres años de vuelo. De duelo. De suelo. Desamores y desamparos viejos y nuevos. Amores también. Amor hay siempre.

Sigo siendo una persona en construcción, como todas. Sigo comiendo mierdas que yo misma sirvo en el plato. Sigo siendo malo y bueno pero trato de aprender a ser mejor.

Sobre todo, trato de aprender.

Es el único sentido que tiene un error.