martes, 4 de junio de 2013

Azul

Vuelve a ser difícil reírse
eso me dicen los espejos
y las bolsas vacías
de cristal.

Quise pensar que me faltaba
madurez, o fuerza
o alguna de esas cosas
de las que hablan los mayores.

Quise pensar que me faltaba
aguante,
que mi cabeza era demasiado
sentimental,
que mi estómago no se quejaba
de vicio.

Quise pensar que no podía
con la tristeza,
que no debía derrumbarme
cuando viniera a ofrecerme
dónde llorarla.

Pero las cosas no funcionan
si dentro estoy rota
y muerta de miedo
por una mezcla de
abandono constante
y bioquímica irregular.

Un: ¿qué coño estás haciendo?
seguido de un: nada
solo beber
y escribir
y pensar
que no soy más
que mis viejas historias
de autocompasión.

Castigarme
ignorar los espejos
vaciar las bolsas
y reírme sin ganas
me ayudó a descubrir
que lo estaba haciendo
todo mal.

Y ahora que lo sé
todo lo tangible
transmuta en un eco
silencioso
que libera la tristeza
y a mí con ella.

Y entonces lluevo
y hay tormentas
y diluvio
sobre todas las heridas
que cerraron mal
por olvidar que el amor
también podía
no hacerme daño.


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