miércoles, 3 de julio de 2013

Mea Culpa

Estoy en la mesa.
Mis manos y yo.
Y el plato de mierda.
Fresca.
Humeante.
Asquerosa.
La hija pródiga
de cada una de mis cagadas.
La miro. La huelo. La palpo.
Entiendo que no hay otra opción.
Luego abro las manos,
y las hundo.
Recojo la masa viscosa, fétida y derretida.
Abro la boca. Meto la mierda.
La saboreo.

Y
Trago.
Y
Lloro.

Me encojo.
Me siento excremento,
y quiero escupir a los pies
de las torres de mi egoísmo,
sobre la gran muralla de mi egoísmo,
en el terrible imperio de mi egoísmo,
que atesora mierda y más mierda,
sin importarle cadáveres ni fracasos.
Y luego escribir sobre mi vergüenza
mientras trago una y otra y otra más.

Me castigo.
Cada vez que lo hago mal
me obligo a pudrirme
y a mirar los campos -quemados-
donde tuvimos paz,
y confiando en la implosión,
o por puro masoquismo
siempre trago
y vuelvo a cagar
y asi se mantiene -siempre-
la mierda
en el puto plato.

Pero me esfuerzo, Ringo,
aunque a veces me canse,
y repita el mismo error,
y merezca el odio
como merezco el amor,
si te sirve de consuelo,
te prometo que me esfuerzo.

Se que es una promesa
usada
manchada
vieja
pero
es
la
única
que
tengo
para
darte.

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